Respira, relájate y cierra los ojos. Sintió la descarga de adrenalina recorriendo todo su cuerpo. ¿Puedes sentir cómo te empiezan a sudar las manos? Cómo tus músculos empiezan a hormiguear y te indican que no mires hacia abajo; ¿Ni siquiera atreverse a saltar por los acantilados? ¿Qué tan profundo es? ¿30 metros o 50 o 200? No lo sabes pero tu cerebro apaga tus alarmas de riesgo y de repente saltas. ¡Y ahí está la masa de emociones positivas que te abruman y te dicen por qué definitivamente vale la pena probar el puenting!
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